Una
en
el
paseo
de
Cupido
Casimiro
tuvo
una
vida
azarosa
,
complicada
y
difícil
.
Supo
que
era
pintor
desde
muy
temprano
y
sus
ojos
iban
y
volvían
con
ansiedad
de
las
nubes
a
las
,
no
encontraba
sosiego
su
mirar
y
solo
los
múltiples
colores
que
su
entorno
le
proporcionaba
lograban
atenuar
su
inquietud
.
Tanto
como
pintó
amó
,
se
sumergía
en
los
paisajes
con
la
fiebre
y
los
delirios
de
la
enfermedad
más
grave
,
sus
manos
volaban
del
a
la
tela
,
todo
era
urgente
,
aquietar
los
cielos
y
dejar
memoria
de
lo
que
él
,
con
mirada
sublime
,
más
que
ver
había
adivinado
.
Sabía
de
los
descampados
,
de
los
desiertos
particulares
en
que
vivía
en
aquella
,
de
la
que
quería
irse
para
seguir
viéndola
sin
la
embriaguez
de
su
proximidad
.
Y
se
fue
.
Pero
iba
con
el
mismo
,
con
su
peculiar
manera
de
entender
e
interpretar
,
con
el
sufrimiento
de
un
cuerpo
que
no
le
obedecía
.
Su
periplo
estuvo
plagado
de
toda
suerte
de
dificultades
,
con
una
mente
enajenada
que
le
prohibía
el
reposo
.
Su
martirizado
ser
falleció
en
y
allí
fue
enterrado
.
Muchos
años
después
,
quizás
24
,
se
trasladaron
sus
restos
a
la
región
que
le
vio
nacer
.
El
cuadro
que
hoy
me
ocupa
firmado
por
Celestino
Cuevas
,
de
Matamorosa
como
,
lleva
por
título
La
tumba
de
Casimiro
Sainz
,
o
así
lo
creo
yo
.
Pero
sé
más
sobre
esta
pintura
,
asuntos
que
estoy
dispuesta
a
desvelar
porque
no
quiero
que
,
por
más
tiempo
,
me
desvele
el
peso
de
tanta
responsabilidad
.
Por
todo
lo
que
conozco
he
podido
colegir
y
puedo
afirmar
nuestro
gran
paisajista
no
estaba
ni
medianamente
tranquilo
y
peor
se
puso
cuando
interrumpieron
su
inestable
reposo
.
Si
,
claro
que
le
gustaba
volver
al
origen
de
si
mismo
,
eso
si
,
pero
toda
aquella
algarada
de
recoger
lo
que
quedaba
de
aquello
que
se
llamó
Sainz
y
Saiz
.
Los
trozos
del
hábito
en
que
le
envolvieron
,
las
sandalias
.
.
.
y
hasta
lo
que
quedaba
del
ataúd
.
.
.
de
nuevo
en
tren
se
le
antojaba
tan
cansino
como
siempre
y
,
además
,
esta
vez
sin
ventanilla
que
le
permitiese
el
recreo
de
la
mirada
.
Ay
,
que
pronto
se
percató
el
pintor
de
cuanto
podía
hacer
en
ese
nuevo
estado
.
Podía
,
ya
lo
creo
que
podía
.
el
féretro
y
anduvo
husmeando
entre
los
viajeros
,
escuchó
sus
conversaciones
,
olió
los
manjares
que
emergían
de
sus
cestas
.
.
.
Atisbó
tras
los
cristales
de
las
ventanilla
el
silencio
de
los
campos
y
,
contra
la
amanecida
,
cuando
todos
dormían
,
tocó
la
frialdad
de
la
escarcha
que
bordaba
sutiles
blondas
sobre
los
camino
.
Se
espantó
bastante
Casimiro
en
la
estación
de
Reinosa
,
tanto
aparato
de
gentes
y
autoridades
,
los
abundantes
discursos
,
la
alegría
,
para
él
incomprensible
,
que
les
daba
por
llegar
así
y
después
de
tanto
tiempo
.
Casimiro
no
soportó
más
.
Marchó
lejos
de
aquellos
bullicios
y
supo
que
sólo
podía
ir
al
.
Daba
igual
donde
llevasen
sus
restos
,
él
iría
al
cementerio
.
Volvió
a
pasar
el
tiempo
,
ese
que
nunca
se
detiene
,
y
por
allí
seguía
.
Conocedora
de
estas
peripecias
decidí
hacerle
una
visita
.
Fue
allí
donde
vi
como
se
encontraba
con
Celestino
Cuevas
que
andaba
,
como
él
lo
había
estado
tantas
veces
,
con
gesto
desalentado
.
.
.
No
pude
oír
lo
que
hablaban
,
tan
bajito
era
,
pero
si
vi
que
Casimiro
tomaba
a
Cuevas
de
la
mano
y
lo
llevaba
de
color
en
,
de
en
tumba
en
un
paseo
acelerado
y
lleno
de
gestos
.
Asentía
o
negaba
sobre
lo
que
inquiría
su
compañero
,
lo
obligaba
a
mirar
más
allá
de
las
o
montañas
.
Al
fin
se
sentaron
sobre
la
braña
simulando
un
descanso
.
sacó
el
lienzo
mientras
Casimiro
les
extendía
las
manos
que
el
joven
tocaba
con
el
pincel
.
Vi
nacer
,
paso
a
paso
,
la
tumba
de
Casimiro
,
en
la
que
el
mismo
muerto
intervino
acentuando
tal
o
cual
color
,
alargando
las
voces
de
las
sombras
,
esa
cuyo
sepulcro
no
parece
hincado
en
la
tierra
,
esa
que
pretende
querer
volar
.
Sólo
cuento
lo
que
,
no
pido
que
se
me
crea
.
Ah
,
y
despierta
.
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