La literatura vanguardista ecuatoriana
DEBER DE LENGUA
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Vanguardista ecuatoriana
Nombre: Ariel JaramilloFecha:08/10/2020PRESENTACION SOBRE: La exposición de La literatura vanguardista ecuatoriana
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Los escritores de la vanguardia
Los escritores Jorge Carrera Andrade, Hugo Mayo, Gonzalo Escudero, Manuel Agustín Aguirre y Alfredo Gangotena, asociado a la vanguardia francesa, son, entre otros, los representantes del vanguardismo ecuatoriano, escritores rehabilitados de una etiqueta en la que la crítica les asociaba al nuevo orden a partir de la perspectiva de reivindicación social, sin embargo no a partir de el punto de vista de ruptura literaria.
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En el periodo de 1918 a 1934
Robles en La idea de vanguardia en el Ecuador (1989), este territorio no escapa a las tensiones que caracterizan las corrientes de este lapso en Latinoamérica.
En este sentido, César Arroyo resulta importante porque aporta a Ecuador el entendimiento del ultraísmo español, debido a que era responsable del área hispanoamericana de la revista Cervantes.
Debido a este tráfico de ideas, Ecuador se convierte en una monumental fábrica de producción cultural que legitima su vanguardia con un sentido internacionalista.
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Enrique Terán funda en Quito la revista semanal Caricatura
Enrique Terán funda en Quito la revista semanal Caricatura (1918-1921), junto a los escritores y artistas Jorge Carrera Andrade, creador de los «microgramas» (piezas poéticas semejantes a los haikus japoneses y a las greguerías de Gómez de la Serna), Nicolás Delgado, Carlos Andrade (Kanela), Guillermo Latorre y Jorge Díez.
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El poeta Hugo Mayo (1897-1988)
El poeta Hugo Mayo (1897-1988) —seudónimo de Miguel Augusto Egas— se le ha considerado como uno de los baluartes de la vanguardia histórica en Ecuador.
Al mismo tiempo a estas protestas el mismo Mayo reconoce que otras voces impulsan la vanguardia y cita al poeta José Antonio Falconi Villagómez, que publica en la revista, en 1921 su «Arte poético número 2», considerado el manifiesto dadaísta por excelencia para los poetas de Ecuador.
Finalmente, Moto, otra revista bajo la dirección de Hugo Mayo, es en la que más grande participación ejerce y una de las que el desafío vanguardista tiene más energía.
En palabras del propio Mayo, esta revista «logró que Ecuador se codeara con las naciones de más grande cultura en el mundo».
La revista Savia (1925-1927) de Guayaquil, dirigida por Gerardo Gallegos, es una de las publicaciones más sólidas y que mejor ejemplifica y actualiza la oposición entre una vanguardia artística y la avanzada literaria de inquietud social, que sustentará Hélice un año después.
Contrastan la interacción que existe entre literatura y sociedad para marcar la pauta que realice ante los conflictos nacionales y se crea la más compacta escisión entre la vanguardia formalista y la «verdadera vanguardia» o de inquietud social que los legitime, advirtiendo con ello acerca del inconveniente de utilizar los ismos de Europa a los códigos de la verdad ecuatoriana, de tal forma que su designación va adquiriendo en dichos años un giro en esencia político.
Se inicia de esta forma, en 1927, un proceso de depuración literaria que culmina con la publicación del «Grupo de Guayaquil» de Los que se van y con la evolución poética de Hugo Mayo.
Los triunfadores han sido Hugo Mayo, Enrique Avellán Ferrés y María Luisa Lecaro, todos ellos miembros de la revista.
Con tal situación el director de Savia, Gerardo Gallegos, declara en «El pensamiento Latino Americano» publicado en el número 31, que la trayectoria que ha seguido la poética de vanguardia se identifica con aquella que aglutine lo social con la «Belleza» y el «Arte» y remarca las diferencias emergentes entre Europa y América a favor de una cultura nacional revolucionaria socialista.
Arremeten y niegan la ideología de Apollinaire y el agotamiento del pensamiento europeo que crea dicha «vanguardia formal» que comienza a ser tratada como inadecuada para manifestar la doctrina del territorio, lo cual suscriben los escritores agrupados en torno a Savia, Hugo Mayo, Camilo E.
Sin embargo, en esta segunda mitad de la década del 20, la predominación de los ismos de Europa en Ecuador brindaron sitio a la más consistente contribución poética del lapso, que junto a los ideales desarrollados por Savía, provocaron una transformación del universo literario que Alberto Andrade calificó en «El vanguardismo y su importancia en la historia literaria» en 1928, como «grandiosa, extremista e indefinida, más que nada in-de-fi-ni-da» y que ratifica Jorge Carrera Andrade años después con la iniciativa ya madurada, de una vanguardia latinoamericana con consignas autóctonas.
El adolescente poeta Gonzalo Escudero en abril de 1926 define el eslogan estético de la revista Hélice en el cual alude a la necesidad del nativismo y enfatiza en la producción del arte como construcción autónoma, rechazando los efectos miméticos que otras revistas expresan ante la calidad de las maneras ultraístas y creacionistas.
Hélice, que nace bajo la dirección del pintor Camilo Egas y Raúl Andrade como secretario, se adhiere a la renovación vanguardista y surge como expresión de las generaciones adolescentes que adoptan el futurismo y sus imágenes mecánicas (ya representadas en el mismo título), por lo cual se declaran como la revista más revolucionaria del lapso.
Se definen como iconoclastas «nihilistas, sin profesores ni semidioses», impugnan el plan clásico del artista que no asume el planeta mudable y no se convierte en portavoz de los procesos sociales.
En su investigación de nuevos senderos estéticos ante un arte caduco, se constituye —según expresa Raúl Andrade— en «la primera cabaña independiente» de la cultura ecuatoriana y en una revista artística autónoma que no esquiva la infortunada realidad que sufre el territorio.
El novedoso planteamiento de Hélice encuentra su fiable demostración en la crítica a la intelectualidad corporativa ecuatoriana que prepara Pablo Palacios, donde apunta la necesidad de desmantelar la cultura ajena y galante realizada en un entorno nacional marcado por la pobreza, igualmente que lo expresan Raúl Andrade en el número 3 con el artículo «Literatura y Astronomía» y Carlos Riga en el número 1 en «Enfermedades románticas».
Cabe señalar que Raúl Andrade, conocido por dichos años debido a su participación con la Revista de Occidente, publica sus particulares «greguerías».
Palacio, introducido en los círculos culturales de la ciudad más importante por Carrera Andrade y Hugo Alemán, colabora en otras revistas ecuatorianas como América y Esfinge.
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