Para que las funciones del riñón puedan realizarse correctamente, la velocidad a la que se filtra el plasma sanguíneo en el glomérulo debe de mantenerse dentro de unos límites considerados como fisiológicos.
Por lo tanto, en el caso de existir variaciones en la presión sanguínea o en el flujo sanguíneo renal (por ejemplo: en una hemorragia) , se activan mecanismos para evitar que dichas modificaciones afecten al filtrado. Se liberan hormonas, que tras una cascada de reacciones consiguen elevar la presión sanguínea y mantener el flujo renal. Estas hormonas son la aldosterona, la hormona antidiurética, las catecolaminas o los glucocorticoides.
Nos encontramos con que los procesos de filtración, reabsorción y secreción se encuentran sometidos a un control circulatorio, nervioso y hormonal.