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LOS VALORES

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Cuestionario de repaso para el curso Formación de Valores.

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LOS VALORESVersion en ligne

Cuestionario de repaso para el curso Formación de Valores.

par JOSÉ MANUEL MONTERROSO PADILLA
1

Escribe los cuatro elementos que conforma la estructura básica del yo, del ser de la persona.

Respuesta escrita

2

¿Qué nombre recibe el elemento del yo que capta el ser de las cosas dadas en la experiencia y sus relaciones. Conoce lo que son las cosas, intuye, discurre y reflexiona?

Respuesta escrita

3

¿Qué nombre reciba la capacidad que tiene el ser humano de cambiar y ser de un modo u otro, renovarse; así como de actuar de una manera o de otra?.

Respuesta escrita

4

En el ser humano, se llama así a la capacidad de percibir, sentir y detectar el valor de algo o de alguien. Le permite distinguir entre positivo y negativo, agradable o repugnante, noble o vil, admirable o deplorable, fuerte o débil, digno o indigno, etc., de cualquier cosa que se ofrezca en la experiencia.

Respuesta escrita

5

Menciona las dos formas en que ha sido vista la vida

Respuesta escrita

6

Indica cuál es la mejor forma de ver o concebir la vida.

Respuesta escrita

Explicación

MI PROPIA PERSONA Cualquier reflexión sobre valores, por su necesaria integración en el individuo humano, debe comenzar con el reconocimiento de mi propia persona como realmente existente. Esto es lo que llamamos el yo; este centro de operaciones y responsabilidades que es mi propio ser, en su existencia particular, concreta y diaria; es decir, yo mismo. Este yo mío existe en su actividad de cada momento, en el mundo de cosas y personas que lo rodean. Todo esto es múltiple y disperso; puede .llamarse el mundo de la experiencia. Entonces, es necesario preguntarme: ¿qué posee mi yo, por encima de todos estos elementos fluctuantes que me rodean? La pregunta se refiere a los elementos 'a priori' que el yo posee por su propia naturaleza, cuando se le vacía de todos los contenidos contingentes que lo llenan a cada momento. Presentaremos, en forma esquemática, estos elementos 'a priori'. Estos se consiguen con una reflexión crítica, eliminando simplemente todos los contenidos de sus actividades. Del propio yo, o sea, de mi persona no es posible conseguir una visión directa. Aunque nos veamos en un espejo, sólo descubrimos una imagen de nosotros y, además, muy superficial. Nunca veremos nuestro yo como es en sí, por ejemplo, como vemos las cosas de la experiencia. Por la fenomenología es posible hacer un análisis del Yo a través de una descripción y una reflexión por la reducción llamada epojé. Esta consiste en observar la actividad del yo en sus expresiones concretas de conocer y hablar, es decir sus elementos 'a posteriori'... La reducción consiste en la eliminación progresiva de los elementos de la experiencia desde un punto de vista crítico. Únicamente de esta forma se capta el yo en sus propiedades intrínsecas. Entonces el yo se nos da como unidad racional y consciente, con sus elementos 'a priori'. Las actividades son los actos concretos que realizamos como: querer una cosa, aceptar una invitación, estudiar un teorema, decidir una compra, responder a una provocación. En cada uno de estos actos intervienen en forma empírica mi conocimiento de las cosas, mi aprecio por la actividad a realizar, la libertad para realizarla y la voluntad que hace efectiva la acción. Eliminando todos estos contenidos, puramente ocasionales, me quedo con la estructura fundamental, es decir, con lo a priori de mi yo que puede presentarse en la forma siguiente. Alrededor del yo hay cuatro elementos “a priori” que subsisten aunque los liberemos de todo contenido real. El Yo, mi propio yo, queda con todas sus estructuras a priori que aquí tipificamos en cuatro dimensiones irreductibles: inteligencia, sentimiento, voluntad y libertad. En el centro está el yo, es decir mí mismo, tal como soy en este momento, con mi historia, con las ideas elaboradas a lo largo de mi vida. Esto no impide que, a la vez, coexistan las cuatro dimensiones indicadas de inteligencia, sentimiento, voluntad y libertad, como potencialidades de la actividad presente y futura de mi yo. Todo este conjunto se enfrenta a la vida que se da en la experiencia de las cosas y las personas que nos rodean, y en cada momento de nuestro proceso viviente. El siguiente esquema resume lo que se ha dicho anteriormente: LA VIDA ES UN VALOR La vida es nuestra primera experiencia; la primera y la última porque nunca cesa de estar frente a cada uno de nosotros. En su larga historia, la vida ha sido pensada en dos formas. Como un ser estable abstraído y fijo como los conceptos y se ha visto como un ser; o bien, se han diluido los conceptos en el intento de adaptarlos al flujo mismo de la vida y se ha visto como un devenir. En ambos casos, los filósofos se han dedicado a pensar en la vida como aquello que es (el 'on' griego) y muy poco se ha prestado atención a la vida como aquello que vale (el 'áxios' griego). Si partimos de nuestra experiencia personal, vemos que la vida antes de verse como un ser se ve como un valor. Nuestra vida humana se ve como algo que corre, que avanza, que conquista, que se realiza. Este proceso se da como una fuerza que rompe barreras, que construye, que se apodera. Esto sucede en cada ser humano, en todas sus circunstancias. Esta fuerza mueve, pesa, importa, vale; por eso, se le denomina valor. Esta energía que se desencadena, que busca, se multiplica y se afirma es el primer valor. No decimos que es sólo valor. No negamos que sea algo, que pueda ser conceptualizado. Sólo vemos que es valor y, como tal, mueve el proceso de la vida: el valor se siente, arrastra, atrae, se desea. Yo vivo dentro del valor de la vida. Cada cual puede describir el proceso de su propia vida en el valor. Utilicemos ejemplos obvios: a)El niño recién nacido busca a la madre, se apodera de ella, llora si se aleja; reconoce al padre. Se siente seguro con él. El muchacho se apodera de los suyos, se apodera de un juguete, se encapricha con un deseo. Todo lo que lo mueve es valor. Para el niño no hay seres, sólo valores. b)El joven busca amistad, escoge sus compañeros, no quiere estar solo, reconoce a su familia y la domina; tiene curiosidad y quiere saber. El joven se rebela ante la autoridad, conquista amigos, se indigna en contra de la mentira, quiere la verdad, discrimina, odia, desea. c)Si alguien nos separa de lo que amamos, sentimos el desgarramiento; se nos arranca un valor. Buscar una carrera, una ciencia, desarrollar una habilidad estética, es un valor. Yo mismo soy un valor de la vida. d)El adulto busca la riqueza, la belleza, el amor; se esfuerza para conseguir fama y poder. El adulto busca la acción, compara los valores. Planea lo que desea, proyecta hacia el futuro las posibilidades de llegar a ser, rodearse de bienes, de valores de toda clase. Antes de planear el futuro, se piensa en su valor. La vida nos incorpora sus valores. La fuerza de los valores que nos rodean, pone de relieve el valor de nuestro propio poder, llegamos a ser hombres valiosos en la vida y nuestros valores humanos son superiores, por el contraste de la mente y la conciencia con los valores ciegos, anónimos y materiales de la vida. Tomado de: Gallo, A. (2006). Introducción a los valores. Guatemala: Universidad Rafael Landívar.

MI PROPIA PERSONA Cualquier reflexión sobre valores, por su necesaria integración en el individuo humano, debe comenzar con el reconocimiento de mi propia persona como realmente existente. Esto es lo que llamamos el yo; este centro de operaciones y responsabilidades que es mi propio ser, en su existencia particular, concreta y diaria; es decir, yo mismo. Este yo mío existe en su actividad de cada momento, en el mundo de cosas y personas que lo rodean. Todo esto es múltiple y disperso; puede .llamarse el mundo de la experiencia. Entonces, es necesario preguntarme: ¿qué posee mi yo, por encima de todos estos elementos fluctuantes que me rodean? La pregunta se refiere a los elementos 'a priori' que el yo posee por su propia naturaleza, cuando se le vacía de todos los contenidos contingentes que lo llenan a cada momento. Presentaremos, en forma esquemática, estos elementos 'a priori'. Estos se consiguen con una reflexión crítica, eliminando simplemente todos los contenidos de sus actividades. Del propio yo, o sea, de mi persona no es posible conseguir una visión directa. Aunque nos veamos en un espejo, sólo descubrimos una imagen de nosotros y, además, muy superficial. Nunca veremos nuestro yo como es en sí, por ejemplo, como vemos las cosas de la experiencia. Por la fenomenología es posible hacer un análisis del Yo a través de una descripción y una reflexión por la reducción llamada epojé. Esta consiste en observar la actividad del yo en sus expresiones concretas de conocer y hablar, es decir sus elementos 'a posteriori'... La reducción consiste en la eliminación progresiva de los elementos de la experiencia desde un punto de vista crítico. Únicamente de esta forma se capta el yo en sus propiedades intrínsecas. Entonces el yo se nos da como unidad racional y consciente, con sus elementos 'a priori'. Las actividades son los actos concretos que realizamos como: querer una cosa, aceptar una invitación, estudiar un teorema, decidir una compra, responder a una provocación. En cada uno de estos actos intervienen en forma empírica mi conocimiento de las cosas, mi aprecio por la actividad a realizar, la libertad para realizarla y la voluntad que hace efectiva la acción. Eliminando todos estos contenidos, puramente ocasionales, me quedo con la estructura fundamental, es decir, con lo a priori de mi yo que puede presentarse en la forma siguiente. Alrededor del yo hay cuatro elementos “a priori” que subsisten aunque los liberemos de todo contenido real. El Yo, mi propio yo, queda con todas sus estructuras a priori que aquí tipificamos en cuatro dimensiones irreductibles: inteligencia, sentimiento, voluntad y libertad. En el centro está el yo, es decir mí mismo, tal como soy en este momento, con mi historia, con las ideas elaboradas a lo largo de mi vida. Esto no impide que, a la vez, coexistan las cuatro dimensiones indicadas de inteligencia, sentimiento, voluntad y libertad, como potencialidades de la actividad presente y futura de mi yo. Todo este conjunto se enfrenta a la vida que se da en la experiencia de las cosas y las personas que nos rodean, y en cada momento de nuestro proceso viviente. El siguiente esquema resume lo que se ha dicho anteriormente: LA VIDA ES UN VALOR La vida es nuestra primera experiencia; la primera y la última porque nunca cesa de estar frente a cada uno de nosotros. En su larga historia, la vida ha sido pensada en dos formas. Como un ser estable abstraído y fijo como los conceptos y se ha visto como un ser; o bien, se han diluido los conceptos en el intento de adaptarlos al flujo mismo de la vida y se ha visto como un devenir. En ambos casos, los filósofos se han dedicado a pensar en la vida como aquello que es (el 'on' griego) y muy poco se ha prestado atención a la vida como aquello que vale (el 'áxios' griego). Si partimos de nuestra experiencia personal, vemos que la vida antes de verse como un ser se ve como un valor. Nuestra vida humana se ve como algo que corre, que avanza, que conquista, que se realiza. Este proceso se da como una fuerza que rompe barreras, que construye, que se apodera. Esto sucede en cada ser humano, en todas sus circunstancias. Esta fuerza mueve, pesa, importa, vale; por eso, se le denomina valor. Esta energía que se desencadena, que busca, se multiplica y se afirma es el primer valor. No decimos que es sólo valor. No negamos que sea algo, que pueda ser conceptualizado. Sólo vemos que es valor y, como tal, mueve el proceso de la vida: el valor se siente, arrastra, atrae, se desea. Yo vivo dentro del valor de la vida. Cada cual puede describir el proceso de su propia vida en el valor. Utilicemos ejemplos obvios: a) El niño recién nacido busca a la madre, se apodera de ella, llora si se aleja; reconoce al padre. Se siente seguro con él. El muchacho se apodera de los suyos, se apodera de un juguete, se encapricha con un deseo. Todo lo que lo mueve es valor. Para el niño no hay seres, sólo valores. b) El joven busca amistad, escoge sus compañeros, no quiere estar solo, reconoce a su familia y la domina; tiene curiosidad y quiere saber. El joven se rebela ante la autoridad, conquista amigos, se indigna en contra de la mentira, quiere la verdad, discrimina, odia, desea. c) Si alguien nos separa de lo que amamos, sentimos el desgarramiento; se nos arranca un valor. Buscar una carrera, una ciencia, desarrollar una habilidad estética, es un valor. Yo mismo soy un valor de la vida. d) El adulto busca la riqueza, la belleza, el amor; se esfuerza para conseguir fama y poder. El adulto busca la acción, compara los valores. Planea lo que desea, proyecta hacia el futuro las posibilidades de llegar a ser, rodearse de bienes, de valores de toda clase. Antes de planear el futuro, se piensa en su valor. La vida nos incorpora sus valores. La fuerza de los valores que nos rodean, pone de relieve el valor de nuestro propio poder, llegamos a ser hombres valiosos en la vida y nuestros valores humanos son superiores, por el contraste de la mente y la conciencia con los valores ciegos, anónimos y materiales de la vida. Tomado de: Gallo, A. (2006). Introducción a los valores. Guatemala: Universidad Rafael Landívar.

MI PROPIA PERSONA Cualquier reflexión sobre valores, por su necesaria integración en el individuo humano, debe comenzar con el reconocimiento de mi propia persona como realmente existente. Esto es lo que llamamos el yo; este centro de operaciones y responsabilidades que es mi propio ser, en su existencia particular, concreta y diaria; es decir, yo mismo. Este yo mío existe en su actividad de cada momento, en el mundo de cosas y personas que lo rodean. Todo esto es múltiple y disperso; puede .llamarse el mundo de la experiencia. Entonces, es necesario preguntarme: ¿qué posee mi yo, por encima de todos estos elementos fluctuantes que me rodean? La pregunta se refiere a los elementos 'a priori' que el yo posee por su propia naturaleza, cuando se le vacía de todos los contenidos contingentes que lo llenan a cada momento. Presentaremos, en forma esquemática, estos elementos 'a priori'. Estos se consiguen con una reflexión crítica, eliminando simplemente todos los contenidos de sus actividades. Del propio yo, o sea, de mi persona no es posible conseguir una visión directa. Aunque nos veamos en un espejo, sólo descubrimos una imagen de nosotros y, además, muy superficial. Nunca veremos nuestro yo como es en sí, por ejemplo, como vemos las cosas de la experiencia. Por la fenomenología es posible hacer un análisis del Yo a través de una descripción y una reflexión por la reducción llamada epojé. Esta consiste en observar la actividad del yo en sus expresiones concretas de conocer y hablar, es decir sus elementos 'a posteriori'... La reducción consiste en la eliminación progresiva de los elementos de la experiencia desde un punto de vista crítico. Únicamente de esta forma se capta el yo en sus propiedades intrínsecas. Entonces el yo se nos da como unidad racional y consciente, con sus elementos 'a priori'. Las actividades son los actos concretos que realizamos como: querer una cosa, aceptar una invitación, estudiar un teorema, decidir una compra, responder a una provocación. En cada uno de estos actos intervienen en forma empírica mi conocimiento de las cosas, mi aprecio por la actividad a realizar, la libertad para realizarla y la voluntad que hace efectiva la acción. Eliminando todos estos contenidos, puramente ocasionales, me quedo con la estructura fundamental, es decir, con lo a priori de mi yo que puede presentarse en la forma siguiente. Alrededor del yo hay cuatro elementos “a priori” que subsisten aunque los liberemos de todo contenido real. El Yo, mi propio yo, queda con todas sus estructuras a priori que aquí tipificamos en cuatro dimensiones irreductibles: inteligencia, sentimiento, voluntad y libertad. En el centro está el yo, es decir mí mismo, tal como soy en este momento, con mi historia, con las ideas elaboradas a lo largo de mi vida. Esto no impide que, a la vez, coexistan las cuatro dimensiones indicadas de inteligencia, sentimiento, voluntad y libertad, como potencialidades de la actividad presente y futura de mi yo. Todo este conjunto se enfrenta a la vida que se da en la experiencia de las cosas y las personas que nos rodean, y en cada momento de nuestro proceso viviente. El siguiente esquema resume lo que se ha dicho anteriormente: LA VIDA ES UN VALOR La vida es nuestra primera experiencia; la primera y la última porque nunca cesa de estar frente a cada uno de nosotros. En su larga historia, la vida ha sido pensada en dos formas. Como un ser estable abstraído y fijo como los conceptos y se ha visto como un ser; o bien, se han diluido los conceptos en el intento de adaptarlos al flujo mismo de la vida y se ha visto como un devenir. En ambos casos, los filósofos se han dedicado a pensar en la vida como aquello que es (el 'on' griego) y muy poco se ha prestado atención a la vida como aquello que vale (el 'áxios' griego). Si partimos de nuestra experiencia personal, vemos que la vida antes de verse como un ser se ve como un valor. Nuestra vida humana se ve como algo que corre, que avanza, que conquista, que se realiza. Este proceso se da como una fuerza que rompe barreras, que construye, que se apodera. Esto sucede en cada ser humano, en todas sus circunstancias. Esta fuerza mueve, pesa, importa, vale; por eso, se le denomina valor. Esta energía que se desencadena, que busca, se multiplica y se afirma es el primer valor. No decimos que es sólo valor. No negamos que sea algo, que pueda ser conceptualizado. Sólo vemos que es valor y, como tal, mueve el proceso de la vida: el valor se siente, arrastra, atrae, se desea. Yo vivo dentro del valor de la vida. Cada cual puede describir el proceso de su propia vida en el valor. Utilicemos ejemplos obvios: a) El niño recién nacido busca a la madre, se apodera de ella, llora si se aleja; reconoce al padre. Se siente seguro con él. El muchacho se apodera de los suyos, se apodera de un juguete, se encapricha con un deseo. Todo lo que lo mueve es valor. Para el niño no hay seres, sólo valores. b) El joven busca amistad, escoge sus compañeros, no quiere estar solo, reconoce a su familia y la domina; tiene curiosidad y quiere saber. El joven se rebela ante la autoridad, conquista amigos, se indigna en contra de la mentira, quiere la verdad, discrimina, odia, desea. c) Si alguien nos separa de lo que amamos, sentimos el desgarramiento; se nos arranca un valor. Buscar una carrera, una ciencia, desarrollar una habilidad estética, es un valor. Yo mismo soy un valor de la vida. d) El adulto busca la riqueza, la belleza, el amor; se esfuerza para conseguir fama y poder. El adulto busca la acción, compara los valores. Planea lo que desea, proyecta hacia el futuro las posibilidades de llegar a ser, rodearse de bienes, de valores de toda clase. Antes de planear el futuro, se piensa en su valor. La vida nos incorpora sus valores. La fuerza de los valores que nos rodean, pone de relieve el valor de nuestro propio poder, llegamos a ser hombres valiosos en la vida y nuestros valores humanos son superiores, por el contraste de la mente y la conciencia con los valores ciegos, anónimos y materiales de la vida. Tomado de: Gallo, A. (2006). Introducción a los valores. Guatemala: Universidad Rafael Landívar.

MI PROPIA PERSONA Cualquier reflexión sobre valores, por su necesaria integración en el individuo humano, debe comenzar con el reconocimiento de mi propia persona como realmente existente. Esto es lo que llamamos el yo; este centro de operaciones y responsabilidades que es mi propio ser, en su existencia particular, concreta y diaria; es decir, yo mismo. Este yo mío existe en su actividad de cada momento, en el mundo de cosas y personas que lo rodean. Todo esto es múltiple y disperso; puede .llamarse el mundo de la experiencia. Entonces, es necesario preguntarme: ¿qué posee mi yo, por encima de todos estos elementos fluctuantes que me rodean? La pregunta se refiere a los elementos 'a priori' que el yo posee por su propia naturaleza, cuando se le vacía de todos los contenidos contingentes que lo llenan a cada momento. Presentaremos, en forma esquemática, estos elementos 'a priori'. Estos se consiguen con una reflexión crítica, eliminando simplemente todos los contenidos de sus actividades. Del propio yo, o sea, de mi persona no es posible conseguir una visión directa. Aunque nos veamos en un espejo, sólo descubrimos una imagen de nosotros y, además, muy superficial. Nunca veremos nuestro yo como es en sí, por ejemplo, como vemos las cosas de la experiencia. Por la fenomenología es posible hacer un análisis del Yo a través de una descripción y una reflexión por la reducción llamada epojé. Esta consiste en observar la actividad del yo en sus expresiones concretas de conocer y hablar, es decir sus elementos 'a posteriori'... La reducción consiste en la eliminación progresiva de los elementos de la experiencia desde un punto de vista crítico. Únicamente de esta forma se capta el yo en sus propiedades intrínsecas. Entonces el yo se nos da como unidad racional y consciente, con sus elementos 'a priori'. Las actividades son los actos concretos que realizamos como: querer una cosa, aceptar una invitación, estudiar un teorema, decidir una compra, responder a una provocación. En cada uno de estos actos intervienen en forma empírica mi conocimiento de las cosas, mi aprecio por la actividad a realizar, la libertad para realizarla y la voluntad que hace efectiva la acción. Eliminando todos estos contenidos, puramente ocasionales, me quedo con la estructura fundamental, es decir, con lo a priori de mi yo que puede presentarse en la forma siguiente. Alrededor del yo hay cuatro elementos “a priori” que subsisten aunque los liberemos de todo contenido real. El Yo, mi propio yo, queda con todas sus estructuras a priori que aquí tipificamos en cuatro dimensiones irreductibles: inteligencia, sentimiento, voluntad y libertad. En el centro está el yo, es decir mí mismo, tal como soy en este momento, con mi historia, con las ideas elaboradas a lo largo de mi vida. Esto no impide que, a la vez, coexistan las cuatro dimensiones indicadas de inteligencia, sentimiento, voluntad y libertad, como potencialidades de la actividad presente y futura de mi yo. Todo este conjunto se enfrenta a la vida que se da en la experiencia de las cosas y las personas que nos rodean, y en cada momento de nuestro proceso viviente. El siguiente esquema resume lo que se ha dicho anteriormente: LA VIDA ES UN VALOR La vida es nuestra primera experiencia; la primera y la última porque nunca cesa de estar frente a cada uno de nosotros. En su larga historia, la vida ha sido pensada en dos formas. Como un ser estable abstraído y fijo como los conceptos y se ha visto como un ser; o bien, se han diluido los conceptos en el intento de adaptarlos al flujo mismo de la vida y se ha visto como un devenir. En ambos casos, los filósofos se han dedicado a pensar en la vida como aquello que es (el 'on' griego) y muy poco se ha prestado atención a la vida como aquello que vale (el 'áxios' griego). Si partimos de nuestra experiencia personal, vemos que la vida antes de verse como un ser se ve como un valor. Nuestra vida humana se ve como algo que corre, que avanza, que conquista, que se realiza. Este proceso se da como una fuerza que rompe barreras, que construye, que se apodera. Esto sucede en cada ser humano, en todas sus circunstancias. Esta fuerza mueve, pesa, importa, vale; por eso, se le denomina valor. Esta energía que se desencadena, que busca, se multiplica y se afirma es el primer valor. No decimos que es sólo valor. No negamos que sea algo, que pueda ser conceptualizado. Sólo vemos que es valor y, como tal, mueve el proceso de la vida: el valor se siente, arrastra, atrae, se desea. Yo vivo dentro del valor de la vida. Cada cual puede describir el proceso de su propia vida en el valor. Utilicemos ejemplos obvios: a) El niño recién nacido busca a la madre, se apodera de ella, llora si se aleja; reconoce al padre. Se siente seguro con él. El muchacho se apodera de los suyos, se apodera de un juguete, se encapricha con un deseo. Todo lo que lo mueve es valor. Para el niño no hay seres, sólo valores. b) El joven busca amistad, escoge sus compañeros, no quiere estar solo, reconoce a su familia y la domina; tiene curiosidad y quiere saber. El joven se rebela ante la autoridad, conquista amigos, se indigna en contra de la mentira, quiere la verdad, discrimina, odia, desea. c) Si alguien nos separa de lo que amamos, sentimos el desgarramiento; se nos arranca un valor. Buscar una carrera, una ciencia, desarrollar una habilidad estética, es un valor. Yo mismo soy un valor de la vida. d) El adulto busca la riqueza, la belleza, el amor; se esfuerza para conseguir fama y poder. El adulto busca la acción, compara los valores. Planea lo que desea, proyecta hacia el futuro las posibilidades de llegar a ser, rodearse de bienes, de valores de toda clase. Antes de planear el futuro, se piensa en su valor. La vida nos incorpora sus valores. La fuerza de los valores que nos rodean, pone de relieve el valor de nuestro propio poder, llegamos a ser hombres valiosos en la vida y nuestros valores humanos son superiores, por el contraste de la mente y la conciencia con los valores ciegos, anónimos y materiales de la vida. Tomado de: Gallo, A. (2006). Introducción a los valores. Guatemala: Universidad Rafael Landívar.

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