Se presenta la institución de los sacramentos, estos son signos sensibles y eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia, a través de los cuales se nos otorga la vida divina. Son siete: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden y Matrimonio.
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Los sacramentos son signos eficaces de la gracia
Los sacramentos son signos eficaces de la
gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es
dispensada la vida divina. Los ritos visibles bajo los cuales los sacramentos
son celebrados significan y realizan las gracias propias de cada sacramento.
Dan fruto en quienes los reciben con las disposiciones requeridas. (CIC 1131). El carácter sacramental es un sello espiritual,
conferido por los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Orden.
Constituye promesa y garantía de la protección divina. En virtud de este sello,
el cristiano queda configurado a Cristo, participa de diversos modos en su
sacerdocio y forma parte de la Iglesia según estados y funciones diversas.
Queda, por tanto, consagrado al culto divino y al servicio de la Iglesia.
Puesto que el carácter es indeleble, los sacramentos que lo imprimen sólo
pueden recibirse una vez en la vida. (CCIC 227). Los sacramentos, como "fuerzas que brotan" del Cuerpo
de Cristo (cf. Lc 5,17; 6,19; 8,46) siempre vivo y vivificante, y como
acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la Iglesia, son
"las obras maestras de Dios" en la nueva y eterna Alianza. (CIC
1116). Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran
multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de
Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle
y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus
inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él
una fuerza que sanaba a todos. (Lc 6, 17-19). En esto, una mujer que
padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la
orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré».
Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Animo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se
salvó la mujer desde aquel momento. (Mt 9, 20-22). El ministerio ordenado o sacerdocio ministerial
(LG 10) está al servicio del sacerdocio bautismal. Garantiza que, en los
sacramentos, sea Cristo quien actúa por el Espíritu Santo en favor de la
Iglesia. La misión de salvación confiada por el Padre a su Hijo encarnado es
confiada a los Apóstoles y por ellos a sus sucesores: reciben el Espíritu de
Jesús para actuar en su nombre y en su persona (cf. Jn 20,21-23; Lc 24,47;
Mt 28,18-20). (CIC 1120).
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Los sacramentos y la vida eterna
En los sacramentos la Iglesia recibe ya un anticipo de la vida
eterna, mientras vive «aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la
gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo» (Tt 2, 13). (CCIC 232). Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno
come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi
carne por la vida del mundo». El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida
eterna, y yo le resucitaré el último día. (Jn 6, 51.54). Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo:
«Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío».
De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva
Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros». (Lc 22,19-20). Cristo envió a sus
Apóstoles para que, "en su Nombre, proclamasen a todas las naciones la
conversión para el perdón de los pecados" (Lc 24,47). "Haced
discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19). (CIC 1122). Id proclamando que el
Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad
leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis. (Mt 10, 7-8). El Espíritu cura y
transforma a los que lo reciben conformándolos con el Hijo de Dios. El fruto de
la vida sacramental consiste en que el Espíritu de adopción deifica (cf. 2 P
1,4) a los fieles uniéndolos vitalmente al Hijo único, el Salvador. (CIC 1129). Por el Espíritu que la conduce "a la verdad
completa" (Jn 16,13), la Iglesia reconoció poco a poco este tesoro
recibido de Cristo y precisó su "dispensación", tal como lo hizo con
el canon de las Sagradas Escrituras y con la doctrina de la fe, como fiel dispensadora
de los misterios de Dios (cf. Mt 13,52; 1 Co 4,1). Así, la
Iglesia ha precisado a lo largo de los siglos, que, entre sus celebraciones
litúrgicas, hay siete que son, en el sentido propio del término, sacramentos
instituidos por el Señor. (CIC 1117).
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Relación de los sacramentos con la fe.
Los sacramentos no
sólo suponen la fe, sino que con las palabras y los elementos rituales la
alimentan, fortalecen y expresan. Celebrando los sacramentos la Iglesia
confiesa la fe apostólica. De ahí la antigua sentencia: «lex orandi, lex
credendi», esto es, la Iglesia cree tal como reza. (CCIC 228). Llegan a Jericó. Y
cuando salía de Jericó, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba
sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a
gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» Muchos le increpaban para
que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de
mí!» Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?» El ciego le
dijo: «Rabbuní, ¡que vea!» Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». Y al
instante, recobró la vista y le seguía por el camino. (Mc 10, 46-48.51-52). Los sacramentos son eficaces ex opere
operato («por el hecho mismo de que la acción sacramental se realiza»),
porque es Cristo quien actúa en ellos y quien da la gracia que significan,
independientemente de la santidad personal del ministro. Sin embargo, los
frutos de los sacramentos dependen también de las disposiciones del que los
recibe. (CCIC 229). El ministerio ordenado o
sacerdocio ministerial (LG 10) está al servicio del sacerdocio
bautismal. Garantiza que, en los sacramentos, sea Cristo quien actúa por el
Espíritu Santo en favor de la Iglesia. La misión de salvación confiada por el
Padre a su Hijo encarnado es confiada a los Apóstoles y por ellos a sus
sucesores: reciben el Espíritu de Jesús para actuar en su nombre y en su
persona (cf. Jn 20,21-23; Lc 24,47; Mt 28,18-20). (CIC
1120). Recibisteis un espíritu de hijos adoptivos
que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro
espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también
herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo. (Rm 8, 15b-17) Él nos salvó, no por obras de
justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio
del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, que derramó sobre
nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que,
justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida
eterna. (Tt 3,5-7).
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Los siete Sacramentos de la Iglesia Católica
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Cristo actúa en la persona del sacerdote
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