«Un
día
se
cometió
entre
mis
una
falta
,
y
era
tal
que
el
culpable
merecía
la
expulsión
de
la
.
Los
delincuentes
previnieron
el
golpe
,
y
,
presentándose
al
,
de
común
acuerdo
,
echaron
la
culpa
a
nuestro
Domingo
.
Yo
no
llegaba
a
persuadirme
de
que
fuera
de
semejante
falta
,
pero
supieron
los
acusadores
dar
tal
color
de
a
la
calumnia
,
que
hube
de
creerles
.
Entré
,
por
lo
tanto
,
en
la
escuela
justamente
indignado
por
el
acaecido
,
hablé
al
culpable
en
general
y
,
vuelto
luego
a
Savio
,
le
dije
:
-
¿
Y
habías
de
ser
?
¿
No
merecerías
que
te
expulsara
al
instante
de
la
escuela
?
Da
gracias
a
que
es
la
primera
vez
que
has
hecho
una
cosa
semejante
;
pero
que
sea
también
la
.
»A
le
habría
bastado
una
sola
palabra
para
disculparse
y
dar
a
conocer
su
;
mas
calló
,
bajó
la
y
,
como
si
tuviera
la
reprensión
bien
merecida
,
no
levantó
los
.
»Pero
como
Dios
protege
a
los
inocentes
,
al
día
siguiente
fueron
descubiertos
los
verdaderos
y
demostrada
la
inocencia
de
Domingo
.
Lleno
de
pesar
por
las
reprensiones
hechas
al
presunto
culpable
,
le
llamé
aparte
y
le
pregunté
:
-
Domingo
,
¿
por
qué
no
me
dijiste
que
eras
?
El
me
respondió
:
-
Porque
,
habiendo
ya
el
culpable
cometido
otras
,
tal
vez
hubiera
sido
expulsado
de
la
escuela
;
en
cuanto
a
mí
,
esperaba
ser
,
siendo
la
primera
falta
de
que
se
me
acusaba
.
Además
,
pensaba
también
en
nuestro
divino
,
que
fue
injustamente
.
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