Velocidad lectora
NICOLÁS
Todas las noches pasaba lo mismo. Martín apagaba la luz y,
cuando comenzaba a quedarse dormido, un ruido lo despertaba.
Como todo estaba tan oscuro, Martín no podía ver quién lo
producía. Le daba mucho susto oír como el ruido iba de un lado
a otro por toda su pieza. El caso es que no lograba dormir hasta
bien entrada la noche.
Lo único que lo calmaba, y a veces hasta lo entretenía, era el
pensamiento de que seguramente no se trataba de un dragón ni
de un tigre, pues el ruido que hacía era muy quedito. Pero, ¿y si
era una tarántula, un alacrán grandote o una víbora de
cascabel? ¡Qué miedo! Aquello no podía seguir así.
Un buen día, o mejor dicho, una buena noche en la que el ruidito
había vuelto a escucharse, se armó de todo su valor y decidió
enfrentar el peligro. Encendió la luz, y... ¡Era un ratoncito! ¡Qué
alivio le dio saber que no era ningún animal enojón o maligno! El
pobre ratón temblaba. Sin hacer ruido, Martín fue hasta la cocina
y trajo un pedazo de queso. Y sobra decir que desde esa noche
el niño y el ratón se hicieron amigos.
Martín estaba seguro de que el ratoncito había sonreído cuando
le propuso llamarlo Nicolás.
Todas las noches pasaba lo mismo. Martín apagaba la luz y,
cuando comenzaba a quedarse dormido, un ruido lo despertaba.
Como todo estaba tan oscuro, Martín no podía ver quién lo
producía. Le daba mucho susto oír como el ruido iba de un lado
a otro por toda su pieza. El caso es que no lograba dormir hasta
bien entrada la noche.
Lo único que lo calmaba, y a veces hasta lo entretenía, era el
pensamiento de que seguramente no se trataba de un dragón ni
de un tigre, pues el ruido que hacía era muy quedito. Pero, ¿y si
era una tarántula, un alacrán grandote o una víbora de
cascabel? ¡Qué miedo! Aquello no podía seguir así.
Un buen día, o mejor dicho, una buena noche en la que el ruidito
había vuelto a escucharse, se armó de todo su valor y decidió
enfrentar el peligro. Encendió la luz, y... ¡Era un ratoncito! ¡Qué
alivio le dio saber que no era ningún animal enojón o maligno! El
pobre ratón temblaba. Sin hacer ruido, Martín fue hasta la cocina
y trajo un pedazo de queso. Y sobra decir que desde esa noche
el niño y el ratón se hicieron amigos.
Martín estaba seguro de que el ratoncito había sonreído cuando
le propuso llamarlo Nicolás.
Âge recommandé: 8 ans
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