Alzamiento - 3 años de guerra - El Franquismo - La autarquía
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El "pretexto" para el levantamiento militar
El día doce de julio de 1936, un grupo de pistoleros de extema derecha asesinó en Madrid al teniente de la Guardia de Asalto José del Castillo, conocido por sus ideas izquierdistas; esa misma noche un grupo de Guardias de Asalto asesinaron al líder de la extrema derecha José Calvo Sotelo. Este episodio se puede considerar el "pretexto" para el levantamiento militar, que estaba ya perfectamente preparado. El alzamiento se inició en Melilla (Marruecos español) en la tarde del 17 de julio, y al día siguiente el ejemplo fue seguido por todas las guarniciones de Marruecos, adonde se trasladó desde Canarias el general Francisco Franco. A lo largo del día 19 se produjo el levantamiento en todas las divisiones militares del país; pero en contra de las esperanzas de los militares sublevados, el alzamiento fracasó en muy diversos puntos; en solo tres días el país había quedado dividido en dos zonas y esto hizo inevitable el comienzo de la mayor tragedia vivida en España: la Guerra Civil.
Desde el primer momento, el bando rebelde presentó un estructura unificada desde el punto de vista militar y político. En cambio, el bando republicano padecía una grave situación de crisis y divisiones internas. Estas circunstancias fueron determinantes en el desarrollo de la guerra. A primeros de noviembre el ejército de los sublevados llegó a las puertas de Madrid, pero, a pesar de la dura lucha y el intenso bombardeo, la ciudad no será tomada hasta finales de marzo de 1939, lo que constituye una de las resistencias más heroicas de una población ante un ejército superior en número y equipamiento. Durante el año 1937, las fuerzas rebeldes ocuparon Málaga, Bilbao y Santander. La caída de Gijón en octubre significó la ocupación nacionalista de más de la mitad de la península. En enero de 1938 Franco, una vez superada con éxito la ofensiva del ejército republicano en Teruel, dio orden de comenzar las maniobras para hacerse con el Levante español: tras hundir el frente republicano en Aragón, las tropas nacionalistas alcanzaron la costa mediterránea, cortando en dos la zona republicana. La batalla del Ebro, la más sangrienta de toda la guerra, fue un último y desesperado intento del ejército republicano para detener el avance de los rebeldes. Franco inició la ofensiva definitiva en Cataluña, y tomó Barcelona el 26 de enero de 1939. El presidente Azaña, junto con los más altos cargos del Estado, abandonó el territorio español; con ellos inició el exilio para miles de personas. El día 28 de marzo de 1939 las tropas nacionales entraron en Madrid y el día 1 de abril tomaron Alicante. La guerra había terminado.
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La intervención extranjera
Desde el primer momento, la guerra española fue motivo de conflictos idológicos en casi todos los países. En agosto de 1936, un comité internacional reunido en Londres estableció un acuerdo de "no intervención": una farsa diplomática que impidió la llegada de ayudas esenciales para el Gobierno de la República. En cambio, los militares sublevados contaron con el apoyo claro y definitivo de Portugal, Alemania e Italia. Hitler mandó numerosos hombres y material bélico; pero el peso decisivo de la intervención alemana estuvo en la aviación. La Legión Cóndor (responsable entre otras acciones de la destrucción de Guernica), con 150 aparatos de elevado nivel técnico y 4.000 hombres a su servicio, convirtió los cielos de España en un campo de experimentación de su potencia y capacidad, en preparación de la guerra que se acercaba. La forma dominante de la intervención italiana fue el envío de cuerpos enteros de infantería y de carros de combate. También fue importante la actuación de la aviación italiana, decisiva en la operación triunfante de la toma de Málaga y en los terribles bombardeos de Barcelona del año 1938. El ejército republicano solo recibió la ayuda concreta de la Unión Soviética: fueron enviados aviones, carros de combate, ametralladoras, alimentos; algunos como regalo, otros comprados con el oro del Banco de España que el Gobierno republicano había depositado en Moscú. En ayuda de la República llegaron a España combatientes voluntarios del mundo entero, las llamadas Brigadas Internacionales; estuvieron casi siempre en primera línea del frente, dejando en el suelo español a más de 10.000 muertos, caídos por la libertad y por un ideal.
A los pocos meses de la guerra, el general Franco, aprovechando su bien ganado prestigio militar, había logrado ser nombrado Jefe del Estado y Comandante en jefe de los ejercitos de la zona nacional. Más adelante consiguió unificar la Falange (el partido fundado por José Antonio Primo de Rivera) con los tradicionalistas, constituyendo así el sustrato ideológico sobre el que construir el régimen político que estaba perflilándose, y que se llamaría Movimiento Nacional. En abril de 1939, Francisco Franco Bahamonde era el Caudillo victorioso, el Generalísimo de los ejércitos de Tierra, Mar y Aire. Acapara los tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, e inicia así una larga dictadura personalista, basada en tres pilares: las fuerzas armadas, la Falange como partido único, y la Iglesia (que ha recuperado todo su antiguo poder y privilegios) legitimadora del nuevo régimen. Podemos establecer dos etapas durante la época franquista: la autarquía y el periodo desarrollista.
La autarquía (1939-1959) Durante este periodo se sientan las bases del nuevo régimen totalitario: concentración del poder en manos del jefe del Estado, limitación de las libertades, control social, represión ideológica... Se toman medidas como la supresión del derecho de reunión y asociación, se promulgan la Ley de la Prensa, que impone una férrea censura a los medios de comunicación, y la Ley de Responsabilidades Políticas - con efectos retroactivos, lo que permite represaliar a los que hubiesen apoyado a la República. Todavía en 1946 existían tres campos de concentración y ciento treinta campos de trabajo, donde estaban recluidos miles de presos políticos. La situación económica es de penuria: los productos básicos se encuentran racionados y el Estado los controla; son los terribles "años del hambre", en los que florece el mercado negro, conocido como estraperlo. Hay un empeoramiento en el reparto de la riqueza: los salarios son muy bajos, los precios suben, la legislación fiscal y laboral favorece a los empresarios y los sindicatos obreros están prohibidos. El desenlace de la Segunda Guerra Mundial, con la victoria de lo aliados, deja aislado al régimen de Franco. Este aislamiento internacional impide la inorporación de España al proceso de crecimiento económico que estaba viviendo Europa gracias a las ayudas del Plan Marshall. La cultura presenta también un panorama desolador. El nuevo régimen no aprecia los valores intelectuales: los mejores pensadores españoles, de todos los campos, o habían muerto en la contienda o se habían visto obligados al exilio.
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El periodo desarrolista
El periodo desarrollista (1959-1975) La segunda etapa del Franquismo está marcada por un extraordinario crecimiento económico que conlleva un profundo cambio social y cultural, impulsado por el Plan de Estabilización de 1959, que supone una reordenación de la economía española para integrarla en el capitalismo mundial. Llegan capitales extranjeros que ayudan al desarrollo del sector industrial y de servicios: esto favorece la emigración de la población rural hacia las ciudades, determina la aparición de una gran masa de obreros y el aumento de las clases medias urbanas. También hay un importante fenómeno migratorio hacia Europa, necesitada de mano de obra, que beneficia al sistema español gracias al envío de grandes cantidades de dinero por parte de estos trabajadores. Otro fenómeno característico de esta época es el turismo, importante no solo desde el punto de vista económico, sino también por el cambio de mentalidad que aporta a una sociedad cerrada al exterior y muy tradicional. Sin embargo, las nuevas condiciones socioeconómicas no vendrán acompañadas de cambios políticos decisivos. En los últimos años de la dictadura se aprecia un desgaste político del régimen; la oposición se intensifica, aumentan las protestas y las manifestaciones; ETA (organización terrorista e independentista vasca) asesina al almirante Carrero Blanco, cuando es nombrado sucesor de Franco, en un atentado de gran magnitud. El poder responde con la represión: se clausuran universidades y se expulsan catedráticos; Franco sigue firmando ejecuciones, dentro de grandes protestas internacionales, incluso tres meses antes de su muerte. El día 20 de noviembre de 1975, Francisco Franco muere, tras unos meses de enfermedad, dejando abierto un momento de incertidumbre.
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