En el aspecto social, los desplazamientos de los grupos invasores crearon un ambiente de inseguridad dentro de la población. Muchas ciudades fueron atacadas y destruidas y la vida, que hasta el momento se había concentrado en torno a los centros urbanos, se empezó a ruralizar, es decir, se trasladó hacia el campo. Allí los campesinos se organizaron en forma de villas, frente a los cuales se impuso un señor o encargado del arrendamiento de los territorios en que trabajaban los siervos, es decir, los hombres y las mujeres dedicadas al trabajo de la tierra y las labores domésticas, pero que eran dependientes de los grandes dueños de la tierra. La inseguridad no solo se apoderó de las ciudades; en el mar Mediterráneo, la principal vía comercial, se convirtió en el sitio más apetecido por los diferentes invasores, en consecuencia, se incrementó el bandidaje y la piratería, con lo que el Mediterráneo se convirtió en un mar peligroso.