avaro
-Tengo que ir al parque pero no confío en nadie, me llevaré mi bolsa con quinientas monedas de oro
avaro
-He perdido mi bolsa, quizá me distraje en el camino
avaro
-¡se me ha ocurrido algo! Ofreceré recompensa a quien encuentre mi bolsa, pegaré anuncios por toda la ciudad
Joven
– ¡Buenos días! Encontré su bolsa tirada en una esquina de la plaza ayer por la tarde ¡Tenga, aquí la tiene!
avaro
– Pasa, pasa al comedor. Comprobaré sí está intacta.
avaro
– Sí, es mi bolsa, no cabe duda, pero siento decirte que en ella había mil monedas de oro, no quinientas.
avaro
– Sí, es mi bolsa, no cabe duda, pero siento decirte que en ella había mil monedas de oro, no quinientas.
Joven
– Señor ¡eso no es posible! Yo sería incapaz de robarle y presentarme aquí con la mitad de sus monedas ¡Tiene que tratarse de un malentendido!
avaro
– ¿Malentendido? ¡Aquí había mil monedas de oro así que lo siento pero no te daré ninguna recompensa! ¡Ahora vete, te acompaño a la puerta!
Joven
-Le ruego por favor acompañeme con el Rabino para que nos ayude a resolver este problema
Rabino
– Dime con sinceridad ¿cuántas monedas de oro había en la bolsa que perdiste?
avaro
-Mil monedas señor y el joven me ha robado la mitad
Rabino
– ¡No hay más que hablar! Si tú perdiste una bolsa con mil monedas y ésta tiene sólo quinientas, significa que no es tu bolsa. Dásela a él, pues no tiene dueño y es quien la ha encontrado.
avaro
– ¡Pero yo me quedaré sin nada!
Rabino
– Sí, así es. Tu única opción es esperar a que un día de estos aparezca la tuya.