La nube que no quería llover
Había una vez, en el cielo muy alto, una pequeña nube llamada Nubi. No era tan grande como las demás nubes, ni tan gris, ni tan cargada de agua. Pero sí era muy especial: Nubi no quería llover.
—¿Llover? ¡Qué horror! —decía—. Eso significa mojar a todo el mundo, hacer charcos, arruinar los juegos. ¡Yo quiero ser una nube feliz y esponjosa para siempre!
Las demás nubes, grandes y sabias, trataban de explicarle:
—Nubi, llover es importante. Das vida a las plantas, llenas los ríos, haces crecer los árboles. Sin lluvia, todo se seca.
Pero Nubi no quería escuchar. Se escondía detrás de otras nubes cada vez que sentía que iba a llover, y soltaba un “¡Uy, no, no, no!” mientras se alejaba flotando.
Un día, el cielo sobre el Bosque del Sol estaba muy seco. Los árboles tenían sed, las flores bajaban la cabeza, y los animalitos corrían buscando un poco de sombra. El sol brillaba tanto que hasta los caracoles se escondían bajo tierra.
La nube más vieja, Don Cirro, llamó a Nubi con voz suave:
—Querida, el bosque necesita tu ayuda. Solo tú puedes llover aquí. Las otras nubes ya han pasado.
—¿Y si me pongo fea al llover? ¿Y si los niños se enojan porque no pueden jugar?
Don Cirro sonrió:
—Llover no te hace fea, Nubi. Te hace útil. A veces, lo más bonito que podemos hacer es ayudar a los demás, aunque eso signifique cambiar un poquito.
Nubi miró abajo. Vio a un cervatillo con la lengua afuera, a una ardilla tratando de abrir una nuez seca y a una mariposa sin flores donde descansar. Entonces, respiró profundo… o al menos lo intentó, porque las nubes no tienen pulmones, pero tú entiendes la idea.
—Está bien. Lloveré.
Se puso gris, luego gris oscuro, y de pronto… ¡PLASH! Empezó a llover suavecito. Gotas alegres cayeron sobre las hojas, en los charcos, en los ríos, y el bosque se llenó de vida. Las flores se abrieron, los pájaros cantaron, y el cervatillo brincó feliz bajo la lluvia.
Cuando Nubi terminó, se sintió… ¡ligera! ¡Feliz! Y un arcoíris la abrazó.
Desde ese día, Nubi ya no tuvo miedo de llover. Entendió que a veces, lo que creemos que es un sacrificio… es en realidad un regalo.
Téléchargez la version pour jouer sur papier