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Jouer Relier
1. Contraste entre la moral autoritaria y el deseo de libertad
2. El amor sensual, la búsqueda del varón
3. La hipocresía (el mundo de las falsas apariencias / el “qué dirán”)
4. El odio y la envidia
5. La marginación de la mujer

La Poncia: Contigo no se puede hablar. ¿Tenemos o no tenemos confianza? Bernarda: No tenemos. Me sirves y te pago. ¡Nada más

La Poncia: ¡Tanto te gusta ese hombre! Adela: ¡Tanto! Mirando sus ojos me parece que bebo su sangre lentamente.

Martirio (a Amelia): ¡Qué les importa a ellos la fealdad! A ellos les importa la tierra, las yuntas y una perra sumisa que les dé de comer

Bernarda: Aquí se hace lo que yo mando.

La Poncia: Tirana de todos los que la rodean. Es capaz de sentarse encima de tu corazón y ver cómo te mueres durante un año sin que se le cierre esa sonrisa fría que lleva en su maldita cara

La Poncia: Hace años vino otra de éstas y yo misma di dinero a mi hijo mayor para que fuera. Los hombres necesitan estas cosas. Adela: Se les perdona todo. Amelia: Nacer mujer es el mayor castigo. Magdalena: Y ni nuestros ojos siquiera nos pertenecen.

Bernarda: ¡Andar a vuestras cuevas a criticar todo lo que habéis visto! Ojalá tardéis muchos años en pasar el arco de mi puerta.

Bernarda: Hilo y aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón. Eso tiene la gente que nace con posibles.

Bernarda: Pero todavía no soy anciana y tengo cinco cadenas para vosotras y esta casa levantada por mi padre para que ni las hierbas se enteren de mi desolación.

Bernarda: No he dejado que nadie me dé lecciones. Sentarse. (Se sientan. Pausa) (Fuerte) Magdalena, no llores. Si quieres llorar te metes debajo de la cama. ¿Me has oído?

Magdalena: ...pero nos pudrimos por el qué dirán.

Bernarda: ¡Yo sabré enterarme! Si las gentes del pueblo quieren levantar falsos testimonios se encontrarán con mi pedernal. No se hable de este asunto. Hay a veces una ola de fango que levantan los demás para perdernos.

Bernarda: Abre. No creas que los muros defienden de la vergüenza.

La Poncia: Son mujeres sin hombre, nada más. En estas cuestiones se olvida hasta la sangre.

Bernarda: (Golpeando con el bastón en el suelo.) ¡No os hagáis ilusiones de que vais a poder conmigo. ¡Hasta que salga de esta casa con los pies adelante mandaré en lo mío y en lo vuestro!

La Poncia: A vosotras, que sois solteras, os conviene saber de todos modos que el hombre a los quince días de boda deja la cama por la mesa, y luego la mesa por la tabernilla. Y la que no se conforma se pudre llorando en un rincón.

Adela: (Rompiendo a llorar con ira) ¡No , no me acostumbraré! Yo no quiero estar encerrada. No quiero que se me pongan las carnes como a vosotras. ¡No quiero perder mi blancura en estas habitaciones! ¡Mañana me pondré mi vestido verde y me echaré a pasear por la calle! ¡Yo quiero salir!

Bernarda: Las mujeres en la iglesia no deben mirar más hombre que al oficiante, y a ése porque tiene faldas. Volver la cabeza es buscar el calor de la pana

Adela: En vez de limpiar la casa y acostarte para rezar a tus muertos, buscas como una vieja marrana asuntos de hombres y mujeres para babosear en ellos.

Adela: No por encima de ti, que eres una criada, por encima de mi madre saltaría para apagarme este fuego que tengo levantado por piernas y boca.