Llegamos
a
Arezzo
un
poco
antes
del
medio
día
,
y
perdimos
más
de
____________________
horas
buscando
el
castillo
____________________
que
el
escritor
venezolano
Miguel
Otero
Silva
había
comprado
en
aquel
recodo
idílico
de
la
campiña
____________________
.
Era
un
domingo
de
principios
de
____________________
,
ardiente
y
bullicioso
,
y
no
era
fácil
encontrar
a
alguien
que
supiera
algo
en
las
calles
abarrotadas
de
turistas
.
Al
cabo
de
muchas
tentativas
inútiles
volvimos
al
____________________
,
abandonamos
la
ciudad
por
un
____________________
de
cipreses
sin
indicaciones
viales
,
y
una
vieja
____________________
de
gansos
nos
indicó
con
precisión
dónde
estaba
el
castillo
.
Antes
de
despedirse
nos
preguntó
si
pensábamos
dormir
allí
,
y
le
contestamos
,
como
lo
teníamos
previsto
,
que
sólo
íbamos
a
____________________
.
-
Menos
mal
-
dijo
ella
-
porque
en
esa
casa
____________________
.
Mi
esposa
y
yo
,
que
no
creemos
en
aparecidos
del
medio
día
,
nos
____________________
de
su
credulidad
.
Pero
nuestros
dos
hijos
,
de
nueve
y
____________________
años
,
se
pusieron
dichosos
con
la
idea
de
conocer
un
____________________
de
cuerpo
presente
.
Miguel
Otero
Silva
,
que
además
de
buen
escritor
era
un
____________________
espléndido
y
un
comedor
____________________
,
nos
esperaba
con
un
almuerzo
de
nunca
olvidar
.
Como
se
nos
había
hecho
tarde
no
tuvimos
tiempo
de
conocer
el
interior
del
castillo
antes
de
sentarnos
a
la
mesa
,
pero
su
____________________
desde
fuera
no
tenía
nada
de
pavoroso
,
y
cualquier
inquietud
se
disipaba
con
la
visión
completa
de
la
ciudad
desde
la
terraza
____________________
donde
estábamos
almorzando
.
Era
difícil
creer
que
en
aquella
____________________
de
casas
encaramadas
,
donde
apenas
cabían
____________________
mil
personas
,
hubieran
nacido
tantos
hombres
de
genio
perdurable
.
Sin
embargo
,
Miguel
Otero
Silva
nos
dijo
con
su
humor
____________________
que
ninguno
de
tantos
era
el
más
____________________
de
Arezzo
.
-
El
más
grande
-
sentenció
-
fue
____________________
.