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1. 
Había un vez un viejo molinero que al morir heredó a sus hijos aquello que poseía. El hijo mayor recibió como herencia el molino, el segundo hermano recibió el asno y al menor le tocó el gato. Triste por su suerte, el más pequeño de los hijos se lamentaba de poseer tan solo un gato. En esas estaba, quejándose por su suerte, cuando escuchó que alguien le hablaba: “Oye, tú, deja de llorar, y mejor consígueme un par de buenas botas”. “Un gato que habla debe ser un gato astuto”, fue lo que pensó el joven, así que atendió la demanda del gato y fue en busca de las dichosas botas. Mientras esperaba sus botas, el gato se puso a cazar conejos. Y una vez que tuvo puestas las botas que le consiguió el joven, le llevó los animales cazados al rey. “Estos conejos se los envía mi señor, el marqués de Carabás”, le dijo el gato a este rey. ¿Por qué dijo “marqués de Carabás”? Porque fue el primer nombre que se le ocurrió al gato. Cada día, el animal le llevaba las presas cazadas al rey en nombre del tal marqués de Carabás. Un día, el gato se enteró que el rey iba a salir de paseo con su hija y urdió un plan. Le pidió a su amo que se metiera al río a nadar y que él haría el resto. Cuando la carroza del rey pasó cerca del río, el gato empezó a gritar: “¡El marqués de Carabás se ahoga! ¡Ayuda, ayuda!” El rey, que escuchó al gato, pidió a sus guardias que lo salvaran. El animal se acercó al rey para contarle que mientras nadaba, unos ladrones se habían llevado la ropa del marqués. Al escuchar que se trataba del marqués de Carabás, aquel que le había mandado conejos y demás animales cazados, el rey, para agradecer los regalos, mandó que le trajeran finos trajes a este marqués. Con tales trajes, el hijo del molinero parecía todo un noble y la princesa al verlo así, se enamoró de él. El gato tramó un par de ocurrencias más para hacer parecer que su amo era muy rico. El rey cayó en su trampa y le dio la mano de su hija. El hijo del molinero se casó con la princesa, fue muy feliz y nunca más volvió a ser pobre gracias a la astucia de este peculiar gato, que también vivió con todas comodidades el resto de sus vidas, porque los gatos tienen siete vidas.
A.
Su padre no le dejó nada en herencia.
B.
El gato se estaba ahogando y lo salvó el marqués de Carabás.
C.
El rey mandó traer finos trajes para el gato.
D.
El marqués era en realidad el hijo pequeño del molinero.
2. 
Los peligros de un bosque son muchos, por eso el abuelo no se cansaba de advertirle a su nieto que debía estar adentro de la casa. Pero Pedro era muy inquieto y le gustaba salir a jugar al estanque donde vivían un pato y un pajarito, que eran sus amigos. El día que su abuelo lo encontró fuera de casa, se enfureció y de inmediato lo metió a la casa. Un día, Pedro se encontraba acompañado de su gato viendo a través de la ventana cómo el pato y el pajarito discutían en el estanque. De pronto vio cómo un lobo salía de entre los árboles, daba un brinco y en un segundo se engullía al pato. No contento con haberse comido al pato, el lobo intentaba atrapar al pajarito también. Pedro, resuelto a salvarlo, fue por una cuerda, se subió al muro de la valla y de ahí brincó a una rama cercana. Trepado en el árbol, ató la cuerda y preparó una trampa para el lobo. Una vez hecho el nudo, chifló al pajarito para que pasara por el centro del círculo de la cuerda. El ave entendió la señal e hizo lo indicado. El lobo lo siguió, pero cuando quiso cruzar por el aro, Pedro jaló la cuerda y lo enlazó. Así fue como este jovencito, atrapó al temible lobo del bosque.
A.
El abuelo no dejaba a Pedro salir de la casa.
B.
El lobo se comió al pato y al pájaro.
C.
Pedro cazó al pájaro con el lazo.
D.
El lobo se enganchó en el lazo al intentar atrapar al pájaro.
3. 
Todos los días, un joven pastor llevaba a pastar sus ovejas al monte. Una tarde, se le ocurrió gastar una broma a sus habitantes. Al volver al pueblo con sus animales, empezó a gritar “¡El lobo, el lobo!”, y los buenos pueblerinos salieron a ayudarlo. Pero no había lobo, sino tan solo un chico que no paraba de reír. Le pareció tan simpática la broma que pensó en repetirla al día siguiente. Nuevamente, al grito del muchacho, los vecinos fueron a auxiliarlo, pero una vez más encontraron al jovencito desternillándose por la broma. Una tarde, los aldeanos volvieron a escuchar los gritos del niño. Acostumbrados a la broma, decidieron ignorarlo. ¿Cómo iban a saber que en esa ocasión sí era verdad la presencia del lobo? El pobre y mentiroso pastor se quedó sin sus ovejas, pues nadie acudió a ayudarlo. Pero eso sí, al lobo le dio tiempo de saborearlas a sus anchas.
A.
El pastor subía su rebaño al monte de lunes a viernes.
B.
El pastor era demasiado bromista.
C.
Los aldeanos le devolvían las bromas al pastor y todos reían.
D.
El lobo se comió todas las ovejas y al pastor.
4. 
Una cigarra cantaba alegremente, cuando un sapo la interrumpió: “Yo canto mucho mejor”. La cigarra, en vez de ignorarlo y seguir cantando en otro lado, le respondió: “No, no es verdad, yo canto mucho más lindo”. El sapo insistió: “A los animales les gusta más mi canto”. A lo que la cigarra contestó: “¿Cómo puedes saber eso?”. “Me lo han dicho”, contestó el sapo. Así estuvieron discutiendo un buen rato hasta que a la cigarra se le ocurrió la idea de elegir un juez que determinara quién era mejor cantor. Se encontraron con una garza que, apacible, descansaba sobre una sola de sus patas. “Señora garza, ¿podría escucharnos y decidir quién de los dos canta mejor?”, le preguntó el sapo al ave. La garza los observó indiferentes, pero aceptó ser juez. La cigarra comenzó a cantar, pero la garza la interrumpió: “Querida, no te escucho desde donde estás, ¿podrías acercarte un poco más?” La cigarra dudo en acercarse, pues sabía que no era seguro, pero el sapo dijo: “Lo que pasa es que te da miedo perder”. El sapo se acercó a la garza y comenzó a cantar. Como la cigarra era muy orgullosa, para no perder la competencia se acercó al ave. Mientras el sapo cantaba absorto, la garza se engulló a la cigarra. Y como la mesa estaba servida, se comió también al sapo. La garza se posó sobre su otra pata y siguió disfrutando de la tarde.
A.
La cigarra estaba convencida de que cantaba mejor que el sapo.
B.
El sapo estaba convencido de que cantaba mejor que la cigarra.
C.
La garza no tenía mucho interés en la discusión de los otros animales.
D.
La garza se terminó comiendo a la cigarra y al sapo.
5. 
El lagarto está llorando. La lagarta está llorando. El lagarto y la lagarta con delantalitos blancos. Han perdido sin querer su anillo de desposados. ¡Ay, su anillito de plomo, ay, su anillito plomado! Un cielo grande y sin gente monta en su globo a los pájaros. El sol, capitán redondo, lleva un chaleco de raso. ¡Miradlos qué viejos son! ¡Qué viejos son los lagartos! ¡Ay, cómo lloran y lloran, ¡ay! ¡ay! cómo están llorando!
A.
El lagarto y la lagarta llevan ropa elegante.
B.
El lagarto y la lagarta son aún jóvenes.
C.
Han perdido sus anillos de oro.
D.
El sol lleva chaleco.
6. 
Los tres cochinitos llegaron a la edad en que debían dejar la casa materna y construir la suya. Así fue que cada uno comenzó la construcción de su nuevo hogar. El primer cerdito, que siempre fue un poco flojito, reunió unas cuantas pacas de paja y en un solo día dejó lista su casa. El segundo cerdito recogió varitas y palos de madera y se construyó su casa. El tercer cerdito recordaba las advertencias que su madre constantemente les hacía sobre la presencia del lobo feroz, y por eso construyó una sólida casa de ladrillo, que le llevó muchos días y mucho esfuerzo poder terminar. Para no hacer el cuento más largo solo diremos que el lobo encontró la primer casita de paja, le sopló, la derrumbó y se comió al cerdito (en algunas versiones el cerdito se esconde en la segunda casa). El lobo también sopló y tiró la casa de madera y se comió al cerdito. Solo la casa del cerdito trabajador resistió el soplido del lobo.
A.
Los cerditos ya tenían edad para dejar la casa de sus padres.
B.
El lobo sopló la casa de paja y la derribó.
C.
El lobo sopló la casa de madera y la derribó.
D.
El lobo sopló la casa de ladrillo y la derribó.
7. 
Dédalo era un hábil inventor y arquitecto que vivía en Atenas. El rey de Minos le pidió que construyera un laberinto para encerrar al Minotauro, un terrible monstruo con cabeza de toro y cuerpo de hombre que amenazaba el reino. Dédalo y su hijo Ícaro diseñaron un intrincado laberinto para que quien entrara no pudiera salir. Para que ningún mortal pudiera conocer el secreto de los caminos, el rey Minos encerró al diseñador y a su hijo dentro de la construcción. La salida estaba clausurada, así que padre e hijo debían pensar en una solución que no fueran las puertas. Observaron a su alrededor, reflexionaron y, por fin, a Dédalo se le ocurrió la solución después de ver volar a los pájaros cerca de ellos. ¡Se harían sus propias alas y escaparían volando! Con plumas de aves y cera de abeja se hicieron unas espectaculares alas y así escaparon de aquella prisión. Toda bien, ¿cierto? El padre le advirtió a su hijo que estarían seguros siempre y cuando no volaran ni muy alto ni muy bajo. Ícaro se sintió libre y tan seguro de sus alas que olvidó los consejos de su padre. Empezó a acercarse al sol y la cera comenzó a derretirse. Las alas se desprendieron de Ícaro, quien cayó en picada al mar y murió.
A.
Dédalo construyó el laberinto del Minotauro.
B.
El Minotauro era un monstruo con cuerpo de toro y cabeza de hombre.
C.
El rey Minos encerró a Dédalo y su hermano Ícaro en el laberinto.
D.
Ïcaro cayó al mar por volar demasiado cerca del calor del sol.
8. 
Narciso era un joven tan guapo, que todas las jóvenes se enamoraban al verlo. Pero él no tenía interés en ninguna; es más, se burlaba del amor. La ninfa Eco, al igual que otras chicas, se enamoró de él, pero el joven la rechazó. Con el corazón roto, Eco se ocultó en una cueva y no volvió a salir. Némesis, la diosa de la justicia y la venganza, como castigo a Narciso por este desprecio a la ninfa, lo invitó a que viera su reflejo en el agua. Al verse reflejado en el agua, Narciso se cautivó ante su propia imagen y no pudo dejar de verse. En un intento por alcanzar la belleza del reflejo, cayó al agua y murió.
A.
Narciso no tenía interés en echarse novia.
B.
Némesis se enamoró de Narciso.
C.
Némesis animó a Narciso a mirar su propio reflejo en el agua.
D.
Narciso se sintió tan atraído por su propia belleza que se lanzó al agua.
9. 
Algunas personas escuchan ruidos por las noches y piensan que son fantasmas. En realidad son goblins: la noche es el momento en el que más les gusta hacer travesuras. Disfrutan de sacudir los picaportes de las puertas, golpear muebles y descobijar a los que duermen. Los goblins son criaturas desagradables que representan muchos problemas para los humanos. Son pequeños –apenas llegan a la rodilla de un adulto– y tienen las orejas puntiagudas. Tienen la cara fea y arrugada. A muchos les gusta vivir en casas y son muy latosos. La única forma de deshacerse de un goblin es esparciendo semillas muy pequeñas sobre el suelo. ¿Por qué? Porque cuando amanezca no habrán terminado de recoger todas las semillas y se enojarán muchísimo. Al hacer esto durante varias noches, el goblin terminará fastidiado y decidirá irse de tu casa.
A.
Los elfos son pequeños seres mágicos muy molestos.
B.
A los goblins les gusta destapar a las personas mientras duermen.
C.
Tienen un tamaño pequeño, apenas llegan a la cintura de un adulto.
D.
Por la noche suelen ayudar a las personas.
10. 
A Edison le debemos muchos de los inventos que hacen más placentera la vida, y que hoy forman parte de nuestro cotidiano. A finales del siglo XIX, él inventó la bombilla incandescente hecha con materiales accesibles. Este foco que creó, iluminó las casas de muchísimas personas, sin importar si eran ricos o pobres. Otro de los inventos de Edison fue el fonógrafo, un aparato para reproducir sonidos. Con ese invento, la música se podía escuchar en la comodidad de la casa. Edison fue un inventor muy prolífico, que patentó más de 1000 creaciones.
A.
Edison inventó el teléfono.
B.
Los materiales que usó Edison en la bombilla eran muy caros.
C.
Dedicó gran parte de su vida a inventar muchísimas cosas.
D.
Edison inventó la bombilla en el siglo pasado.