Este se basaba en el entendido de que los indígenas, como súbditos del Rey, debían entregarle a éste un tributo anual. En recompensa por el esfuerzo realizado en la conquista del territorio, el rey cedía este tributo a los conquistadores y sus descendientes por un plazo definido, debiendo los indígenas entregarlo en dinero o especies directamente a quien recibía la encomienda, quien, por su parte, tenía la obligación de evangelizarlos en la fe católica.