No quieren estudiar, no atienden a sus óptimas explicaciones.
Significa “conducir” en el conocimiento.
Son siempre estudiantes, participan de las inquietudes estudiantiles y están presentes con sus luces y orientaciones.
Su amabilidad calculada puede esconder cierta desconfianza y temor de perder autoridad y prestigio.
Cuando surgen problemas buscan negarlos, minimizarlos, calmar a la gente, no mezclarse en ellos o permanecer neutrales.
Sus clases son ordenadas y ricas en contenido, pero ellos carecen de corazón e ignoran los sentimientos de los alumnos.
Son tremendamente autosuficientes e inflexibles; para ellos, los discípulos siempre tienen la culpa de lo negativo que suceda en el claustro: son brutos, llegan impreparados, no respetan, son anárquicos e incomprensibles.
Su actividad académica no se reduce a dictar clases, y éstas constituyen sólo una parte de sus obligaciones.
Su lema es “no tener problemas y pasarla bien”.
Significa “guiar” en el conocimiento.
“Eso no es nada... ya pasará. A mí no me toca... no tengo nada qué hacer...”, tales expresiones son su característica ante los conflictos.
Consideran normal el inconformismo de sus educandos y ven la inquietud juvenil como un hecho en sí mismo positivo, ya que oxigena nuestro ambiente social y sacude su tranquilidad y pasividad, lo cual probablemente propiciará un mayor desarrollo humano.