Por eso no podemos olvidar, que el conocido bogotazo, fue la excusa perfecta para culpar a la chicha de los desórdenes, sentenciar su expendio y castigar el consumo. Las autoridades del momento no analizaron, que las personas aprovecharon la escaramuza, para romper las vitrinas de las tiendas vendedoras de whisky y licores importados, a los que no podían acceder la gran mayoría de los habitantes capitalinos. Luego se embriagaron y destrozaron todo a su haber, sin embargo fue la chicha la que cargó con la culpa. Se mandó a erradicar y clausurar los lugares de consumo. Por lo cual se terminó con una tradición, con la historia líquida de un pueblo y con la pertenencia que deberíamos, hoy en día sentir, por las costumbres ancestrales. ¿La pregunta es, qué otra tradición nos piensan quitar, tal vez la arepa por los crepes o la agua de panela por el té azucarado? (Villegas, 2015).
Supongo que volver a explicar lo que sucedió el 9 de abril de 1948 no es necesario. Sin embargo para los que nos apasiona el tema de la cocina y su historia, si es importante recordar y no olvidar, que en esa fecha la gastronomía colombiana sufrió uno de los más duros golpes.
Durante la refriega y desorden de ese día, muchos ciudadanos estaban ebrios, razón por la cual, las autoridades señalaron a la chicha, como causa indudable del comportamiento grotesco de la plebe. Pero hay dos datos que debemos tener en cuenta. El fermento del maíz ya se bebía desde tiempos remotos en la tierra de los chibchas, caribes, muiscas y demás. Los habitantes de la época continuaban con la tradición en condiciones poco salubres, pero eso si consuetudinarias, sin presentar zafarranchos de consideración. Se sabía que los lugares donde la producían no contaban con las BPM de la época, que también eran precarias, para no ir muy lejos, en algunos tanques de fermentación llegaron a encontrar calzones de mujer o huesos humanos. Esa fue la sustancia del asunto. Jorge Bejarano, ministro de higiene de la época, aprovechó la coyuntura de ese día violento de abril para sacarse de encima el problemita que aborrecía, sobre cualquier otro, la maldita chicha. El otro dato es que las cervecerías no habían podido quitarle mercado a la bebida indígena. La industria cervecera, ya hacía sus primeros coqueteos a una ciudadanía chichera. Con su poder económico y sus contactos gubernamentales, los cerveceros le dieron, con la ayuda de Bejarano, la estocada final a éste brebaje. No es gratuito que las zonas más consumidoras de chicha, sean hoy, las mayores compradoras de cerveza, caso zona cundiboyacense y el Cauca.
El 9 de abril y el duro golpe a la cocina colombiana
Crítico Lorenzo Villegas – Gastronomía
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