El pastor era muy responsable y al acabar el día contaba a sus ovejas. Fue entonces cuando se dio cuenta de que le faltaba una.
¿Dónde estaría? se preguntaba. El pastor recorrió los campos a donde llevaba a las ovejas a pastar, anduvo por los caminos, buscó debajo de los árboles...pero la oveja no aparecía.
Y esa noche el pastor celebró una fiesta. Celebraron que Blanquita había regresado sana y salva a casa.
Y la buscó por todas partes, pero la oveja no aparecía. El pastor se puso muy triste. Él amaba a sus ovejas, así que dejó en la cuadra a las noventa y nueve y salió a buscar a la perdida.
El pastor estaba feliz, por fin había encontrado a su oveja. La cargó en sus hombros y la llevo a la cuadra junto a las otras noventa y nueve. Todas las ovejas se pusieron muy contentas.
Había un pastor que tenía 100 ovejas. Las cuidaba con esmero y dedicación. Conocía a cada una por su nombre. Siempre les buscaba los mejores pastos