A.
El niño, que detesta la escuela el joven, que maldice los estudios graves; el Gobierno, que los proscribe de sus cátedras y hasta los persigue en ocasiones el profesor, que repite año tras año la misma cantilena, suspirando con el alumno por la hora dichosa de las vacaciones que ha de emanciparlos a entrambos, son, después de la atonía del espíritu nacional, el más elocuente testimonio contra un orden de cosas que sólo por excepción deja de inspirar tedio. Con ser tan miserables ;los recursos materiales consagrados a su subsistencia, quizá todavía exceden al beneficio que produce.