Los Linfocitos T envían una señal química a los Linfocitos B.
Los anticuerpos son enviados al torrente sanguíneo. Allí reconocen y se adhieren a los agentes invasores, para que sean reconocibles.
Los anticuerpos permanecen en la sangre, de tal manera que si vuelve a invadir un nuevo agente agresor, los linfocitos T lo pueden reconocer y destruir de forma inmediata.
El microorganismo logra atravesar las barreras físicas del cuerpo e ingresa al torrente sanguíneo.
Los Linfocitos B reconocen el antígeno y elaboran anticuerpos específicos.
Los fagocitos detectan la presencia de un agente extraño y lo "comen". Algunos incorporan el antígeno del invasor a su superficie.
Los macrófagos y un nuevo tipo de linfocitos T reconocen a los agentes invasores y los destruyen.
Los fagocitos se dirigen hasta los ganglios linfáticos, donde "comunican" lo ocurrido a los Linfocitos T.
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