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Jouer Relier Colonnes

Érase una vez, un leñador humilde y bueno, que después de trabajar todo el día en el campo, regresaba a casa a reunirse con los suyos. Por el camino, se dispuso a cruzar un puente pequeño, cuando de repente, se cayó su hacha en el río. “¿Cómo haré ahora para trabajar y poder dar de comer a mis hijos?” exclamaba angustiado y preocupado el leñador. Entonces, ante los ojos del pobre hambre apareció desde el fondo del río una ninfa hermosa y centelleante. “No te lamentes buen hombre. Traeré devuelta tu hacha en este instante” le dijo la criatura mágica al leñador, y se sumergió rápidamente en las aguas del río. Poco después, la ninfa reapareció con un hacha de oro para mostrarle al leñador, pero este contestó que esa no era su hacha. Nuevamente, la ninfa se sumergió en el río y trajo un hacha de plata entre sus manos. “No. Esa tampoco es mi hacha” dijo el leñador con voz penosa. Al tercer intento de la ninfa, apareció con un hacha de hierro. “¡Esa sí es mi hacha! Muchas gracias” gritó el leñador con profunda alegría. Pero la ninfa quiso premiarlo por no haber dicho mentiras, y le dijo “Te regalaré además las dos hachas de oro y de plata por haber sido tan honrado”.

Un día como tantos en la sabana, un gran elefante dormía la siesta. Unos ratoncitos jugaban a las escondidas a su alrededor, y a uno de ellos, que siempre perdía porque sus amigos lo encontraban enseguida, se le ocurrió esconderse en las orejas del elefante. Se dijo: -A nadie se le ocurrirá buscarme allí, ¡por fin ganaré! Entonces se escondió, pero sus movimientos despertaron al elefante, que muy molesto pues habían perturbado su sueño, pisó la cola del ratoncito con su enorme pata y le dijo: -¿Qué haces ratón impertinente? Te voy a aplastar con mi enorme pata para que aprendas a no molestarme mientras duermo. El ratoncito, asustado, le suplicó llorando: -Por favor elefante, no me pises. Si me perdonas la vida yo te deberé un favor. El elefante soltó una carcajada y le respondió: -Te soltaré solo porque me das lástima, pero no para que me debas un favor. ¿Qué podría hacer un insignificante ratón por mí? Entonces el elefante soltó al ratón. Sucedió que semanas más tarde, mientras el ratoncito jugaba con sus amigos, se encontró con el elefante atrapado bajo las redes de un cazador. Estaba muy débil porque había luchado mucho para liberarse, y ya no tenía fuerzas para nada más. El ratoncito se puso a roer las cuerdas y después de un rato, logró liberarlo. El elefante le quedó sinceramente agradecido, y nunca más volvió a juzgar a nadie por las apariencias.

Una liebre presumida se burla de una tortuga por ser tan lenta. La tortuga trababa de no hacerle caso, pero un día se cansó y la retó a correr una carrera para ver cuál de las dos era la más rápida. La liebre, muerta de risa, aceptó el reto. Al día siguiente la liebre y la tortuga se presentaron en la línea de largada, ante los ojos de los demás animales. Cuando el búho dio la señal, la liebre salió corriendo como un rayo, levantando una nube de polvo. La tortuga comenzó a caminar despacito, tosiendo por el polvo, y cuando pudo ver la liebre ya se había perdido de vista. Pero no se desanimó y siguió con su paso lento pero seguro. Al ver la enorme ventaja que había sacado, la liebre presumida decidió echarse a descansar a la sombra de un árbol, tan segura estaba de su victoria. Pero se quedó dormida, y la tortuga, pasito a pasito, la superó. La liebre se despertó y vió a la tortuga a dos pasos de la línea de meta: desesperada salió corriendo pero no pudo alcanzarla, ¡y la tortuga ganó la carrera!

Un lobo que estaba comiendo un hueso, de repente se atragantó al quedarle el hueso atravesado en la garganta. Desesperado, comenzó a correr de aquí para allá pidiendo ayuda. Se topó con una grulla y le pidió por favor que le ayudara, prometiéndole que la recompensaría por ello. La grulla accedió y metió su cuello dentro de la boca del lobo, con el pico cogió el hueso y lo extrajo de la garganta del lobo. Entonces, le pidió su recompensa al lobo; pero éste se alejó riendo mientras le decía: -La recompensa es que hayas podido sacar tu cabeza de mi boca sin que te comiera

Jamás hay que burlarse de los demás, porque todos tenemos capacidades diferentes y nadie es mejor que otro. Además, la vanidad y el exceso de confianza pueden llevarnos a fracasar en nuestros objetivos.

No juzgar por las apariencias.

Siempre es bueno decir la verdad, pues en este mundo solo ganan los honestos y humildes de corazón.

Nunca confíes en las promesas de malvados y deshonestos: mucha paga tendrás si te dejan sano y salvo.