La frase aparece en la película Terminator 2: Judgment Day.
Fue dicha por el actor Arnold Schwarzenegger.
Oímos la frase cuando John Connor se la enseña a T-800 (Arnold Schwarzenegger).
Terminator vuelve decir la frase cuando congela al androide T-1000 y le dispara con su pistola.
Es una frase con la que se puede identificar fácilmente a este personaje.