2.
El reality show El show de la realidad es un género televisivo que tiene cierta trayectoria pero cuya consolidación a escala mundial sobreviene en los años noventa. Tiene un claro antecedente en el talk show, programa en el que la gente se asoma a los medios para contar su drama personal, lo que ha vivido, lo que está ocurriéndole (Imbert, 1998). Más tarde, el reality show nos presenta a los sujetos viviendo sus vidas frente a las cámaras y, evidentemente, frente a la mirada de los públicos. Las variaciones del formato a lo largo de los años han sido numerosas y, en algunos casos, son el resultado de la hibridación de diversos géneros audiovisuales: musicales, telenovelas, concursos, etc. La eclosión de los reality show en las televisiones del mundo se materializa en una dinámica que se ha ofrecido con numerosas variantes y que, en muchos casos, consiste en un grupo de personas que son encerradas para convivir y para vivir frente a los ojos de los espectadores. Los encierros han sido en casas, en selvas, en autobuses, en academias de enseñanza, etc. Este formato tiene un componente fundamental que es el del concurso. Los participantes deben intentar ser ganadores y para ello han de conseguir el beneplácito de la audiencia. Otros reality no inciden en la convivencia sino en el afán por vivir algo extra-ordinario: el reencuentro con una familiar, una transformación personal, etc. No se compite sino que el o la participante tiene la oportunidad de obtener algo deseado a condición de hacerlo bajo los focos. Cuando en España se lanzó la primera temporada de Gran Hermano (precedida de un enorme éxito de audiencias en otros países europeos), se anunció rimbombantemente que se trataba de “un experimento sociológico”. Esta expresión, buscaba neutralizar las características de este espectáculo otorgándole un estatuto interesante y pseudocientífico, y era también un modo de protegerse contra las posibles acusaciones que podrían sobrevenir por parte de la opinión pública o la crítica especializada. Las quejas contra el talk show, al que en su día se trató de esperpento impudoroso y morboso, obligó a muchos periodistas televisivos a defenderse públicamente. Una presentadora dijo una vez “el mío es un programa periodístico, un programa de televisión, y si alguien lo define como reality show, pues que lo haga. Aquí, en España, se utiliza esta palabra no como una definición sino como una bofetada”. [1] El talk show y el reality show han sido objeto de numerosos análisis y críticas, y constituyen una parte muy gruesa de aquello que ha dado en llamarse `telebasura´. En el año 1971 la televisión estadounidense emitió el programa: “An american family” reconocido como el antecedente de los muchos programas que sobrevinieron con posterioridad. En él la familia Loud era grabada a lo largo de siete meses durante doce horas diarias. Se televisaron su día a día, sus conflictos y también el proceso por el que el matrimonio acabó separándose. La pretensión de “experimento sociológico” no es más que un eslogan. Señala Baudrillard que la ilusión de que la familia actúe como si las cámaras no estuvieran allí, es un “espejismo (…) una fórmula absurda y paradógica; ni verdadera ni falsa, simplemente utópica” (Baudrillard,1978).