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Sólo el hombre conoce y ama a Dios.

En el hombre, el alma y el cuerpo no son 2 naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza (la naturaleza humana).

CREACIÓN DEL HOMBRE “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó”.

Dios ama y quiere ser amado por el hombre.

De todas las criaturas visibles, sólo el hombre y la mujer son “capaces de conocer y amar a su creador”.

Los padres, colaboradores de Dios en la creación del cuerpo. DIOS CREADOR DEL ALMA El ser humano, creado a imagen de Dios, es a la vez corporal y espiritual.

IMAGEN DE DIOS.

Son continuadores de la obra creacional de Dios.

Todos los hombres, teniendo un mismo origen, siendo todos iguales, sin excluir la rica variedad de personas y culturas, y con un mismo destino, formamos la gran familia humana, donde todos somos hermanos e hijos del mismo Padre, Dios. “A nadie llaméis Padre en la Tierra más que a Dios”. Mt 23, 9

DIIOS CREA EL ALMA DIRECTAMENTE.

El hombre y la mujer están hechos “el uno para el otro”. Son iguales en cuanto personas y complementarios en cuanto masculino y femenino, en orden a la mutua ayuda y ser trasmisores de la vida humana. Son continuadores de la obra creacional de Dios.

Dios los hizo para que tuvieran una relación de amistad personal con Él.

Cada alma espiritual es CREADA, de la nada, directamente por Dios, “no es CREADA por los padres”. El alma es inmortal, no perece cuando muere el hombre (cuerpo), sino que se separa del cuerpo en espera de unirse a él en la resurrección final.

“Me has tejido en el vientre de mi madre; yo te doy gracias por tantas maravillas: prodigio soy yo, prodigios son tus obras”. Sal 139, 14

Dios amó al hombre desde toda la eternidad contemplándolo en sí mismo, en laS ideas ejemplares, participando así (el hombre) en la altísima dignidad de ser interlocutor de Dios.

Por haber sido creado a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad y categoría de persona. No es solamente “algo”, sino “alguien”. Es capaz de conocerse a sí mismo y entrar libremente en relación y comunión con otras personas y con el mismo Dios.