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La Llorona Luis González Obregón (Las calles de México, Leyendas y sucedidos) Consumada la Conquista, y más o menos a mediados del siglo XVI, los vecinos de la Ciudad de México que se recogían en sus casas a la hora de la queda, tocada por las campanas de la primera catedral a media noche, y principalmente cuando había luna, despertaban espantados al oír en la calle tristes y prolongadísimos gemidos, lanzados por una mujer a quien afligía, sin duda, honda pena moral o tremendo dolor físico. Las primeras noches, los vecinos contentábanse con persignarse o santiguarse, ya que aquellos lúgubres gemidos eran, según ellos, de ánimas del otro mundo; pero fueron tantos y repetidos, que algunos osados y despreocupados quisieron cerciorarse con sus propios ojos de qué era aquello; y, primero desde las puertas entornadas de las ventanas o balcones, y enseguida atreviéndose a salir por las calles, lograron ver a la que, en el silencio de las obcuras noches o en aquellas en que la luz pálida y transparente de la luna caía como un manto vaporoso sobre las altas torres, los techos, los tejados y las calles, lanzaba agudos y tristísimos gemidos. Vestía la mujer traje blanquísimo, y blanco y espeso velo cubría su rostro. Con lentos y callados pasos recorría muchas calles de la ciudad dormida, cada noche distintas, aunque sin faltar una sola a la Plaza Mayor, donde vuelto el velado rostro hacia el oriente, hincada de rodillas, daba el último angustioso y languidísimo lamento; puesta en pie, continuaba con el paso lento y pausado hacia el mismo rumbo. Al llegar a orillas del salobre lago, que en ese tiempo penetraba dentro de algunos barrios, como una sombra se desvanecía. "La hora avanzada de la noche -dice el Dr. José María Marroquí-, el silencio y la soledad de las calles y plazas, el traje, el aire, el pausado andar de aquella mujer misteriosa y, sobre todo, lo penetrante, agudo y prolongado de su gemido, que daba siempre cayendo en tierra de rodillas, formaba un conjunto que aterrorizaba a cuantos la veían y oían, y no pocos de los conquistadores valerosos y esforzados, que habían sido espanto de la misma muerte, quedaban en presencia de aquella mujer, mudos, pálidos y fríos, como de mármol. Los más animosos apenas se atrevían a seguirla a larga distancia, aprovechando la claridad de la luna, sin lograr otra cosa que verla desaparecer en el lago, como si se sumergiera entre las aguas, y no pudiéndose averiguar más de ella, e ignorándose quién era, de dónde venía y a dónde iba, se le dio el nombre de La Llorona." Recuperado el 24 de febrero de 2011, de http://www.ecatepec0720.com/revista2/008/lallorona.htm 1. ¿A qué género pertenece la leyenda de La llorona?